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Madre de 14 hijos crea negocio millonario de productos naturales

El primer negocio que Tammi Umbel echó a andar no funcionó como ella esperaba. Sin embargo, apenas lo cerró se enfrascó en un nuevo proyecto.

Esta mujer, madre de 14 hijos de 5 a 27 años, pensó con mucho acierto en productos naturales para el cuerpo venidos de diversas partes del mundo, sobre todo de aquellos lugares donde héroes anónimos se empeñan en conservar las tradiciones, al tiempo que luchan por la subsistencia.

Así, Umbel pensó en insumos tan raros para los occidentales como el aceite de argán la mantequilla maobi, el aceite de marula o el shea butter, igualmente conocido como mantequilla de karité.

Para obtener estos productos, hizo contacto con tribus y comunidades de Marruecos, Egipto, Madagascar, Tanzania o Namibia, y para enfocar mejor sus pretensiones fundó Shea Terra Organics, cuya idea original le llegó estando en una mezquita.

Tammi Umbel, fundadora de Shea Terra Organics, al centro, entre mujeres africanas. Foto cortesía de Shea Terra Organics.
Tammi Umbel, fundadora de Shea Terra Organics, al centro, entre mujeres africanas. Foto cortesía de Shea Terra Organics.

“Iba a la mezquita a orar y a conocer mujeres de África y de otros países –relata para CNN-. Aprendía de ellas sobre los productos que usaban para sus rituales de belleza, como la henna, la manteca de karité y el aceite de semilla negra”.

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Esto ocurrió hace 17 años, cuando Tammi Umbel les enseñaba las materias básicas ella misma a sus hijos en casa, quienes ni siquiera podían por esos tiempos asistir a la escuela. Un año después de la apertura del negocio, aumentó la demanda de manteca de karité.

“Recuerdo que volví de un viaje a Arabia Saudita -comenta-. Una amiga mía que se había quedado para supervisar el negocio me comunicó que había vendido mil dólares de manteca de karité en solo un mes”.

Tammi Umbel, fundadora de Shea Terra Organics. Foto cortesía de Shea Terra Organics.
Tammi Umbel, fundadora de Shea Terra Organics. Foto cortesía de Shea Terra Organics.

En la actualidad, esta emprendedora de 45 años maneja un negocio valorado en dos millones de dólares.

Lo llamativo aquí es que, para lograr su propósito de crear una empresa dedicada a los cosméticos naturales, Umbel no pidió ni un centavo a los bancos y tocó a las puertas de los inversionistas. Todo empezó en el año 2000 con apenas 1.500 dólares que poseía la familia.

“Yo quería hacer crecer mi empresa al viejo estilo -le aseguró la empresaria a BBC Mundo-. Vender, hacer dinero y reinvertirlo. Nunca quise trabajar con capital prestado porque soy musulmana y confío en que haciendo las cosas bien, uno será recompensado”.

“Por años tuve la intención de generar empleos en lugares donde las condiciones de vida son muy precarias -abunda-. Sabía que ese conocimiento ancestral podía tener aplicaciones que beneficiaran a los indígenas productores de las materias primas y que, al mismo tiempo, me permitieran abrir un nuevo mercado de productos completamente naturales”.

Ahora, desde su sede en Leesburg, Virginia, Shea Terra Organics es capaz de generar suficientes ventas en línea y de colocar sus 300 productos a través de la cadena Vitamin Shoppe, que posee unos 700 establecimientos en todo el país.

Tammi Umbel, fundadora de Shea Terra Organics. Foto cortesía de Shea Terra Organics.
Tammi Umbel, fundadora de Shea Terra Organics. Foto cortesía de Shea Terra Organics.

De acuerdo con un reporte de CNN, los días de Tammi Umbel se dividen entre la atención a sus ocho hijos más pequeños, a quienes ella misma instruye en lenguaje, matemáticas y literatura, y el cuidado de su negocio, respondiendo correos electrónicos y realizando llamadas telefónicas.

También se ocupa de visitar la fábrica donde se elaboran sus productos para velar por la calidad de la elaboración, que es el signo distintivo de su compañía.

Hace unos meses, preguntada por BBC, Umbel llamaba la atención sobre el hecho de que “el mercado de los productos naturales está lleno de productos falsos, con mínimas concentraciones de los ingredientes esenciales y que en realidad son un engaño a las personas.”

“Así es muy difícil competir -enfatizaba- porque yo no estoy dispuesta a sacrificar la calidad de mis productos para conseguir más ingresos”.

En la fábrica, esta mujer de mil batallas pasa las últimas horas del día controlando a sus siete empleados, trabajando en nuevos productos y supervisando el marketing, el envasado y la distribución.

Al final del día regresa a casa, donde apenas duerme cinco o seis horas.

Tammi Umbel, fundadora de Shea Terra Organics. Foto cortesía de Shea Terra Organics.
Tammi Umbel, fundadora de Shea Terra Organics. Foto cortesía de Shea Terra Organics.

“Y al día siguiente, el ciclo comienza de nuevo”, reconoce; una jornada que se abre con el rezo en familia.

También hay momentos del año en que Umbel viaja a África, a tratar directamente con los proveedores y a ocuparse del cuidado del medio ambiente.

“Cuando comencé la empresa, dije que no quería de ninguna manera dañar el planeta y que quería abrir oportunidades para otras personas -enfatiza-, Yo me asocio con proveedores que son personas necesitadas o que están tratando de proteger a su comunidad o a su hábitat”.

Una de estas, por ejemplo, es la compañía Desert Date Beauty Oil, que forma parte de un proyecto de conservación de la vida silvestre y los elefantes en Burkina Faso. Los pagos a las vendedoras locales les permiten a estas adquirir alimentos y no verse obligadas a invadir espacios de la vida silvestre para cultivar sus alimentos.

Además, el 2,5% de sus beneficios anuales es donado a obras de caridad, principalmente a una organización llamada Village of Hope Uganda.

Con seis de sus hijos mayores ya en la universidad, Umbel se enfoca en su negocio y en la vida en familia, en la granja de Virginia, junto a su esposo, un nefrólogo paquistaní, y sus otros ocho hijos.

Su vida lejos de las grandes urbes la satisface mucho. Eso y su fe en el Islam, a la que llegó ya de adulta, tras una infancia cristiana en Maryland, criada por una madre soltera alemana de origen irlandés.

“Cuanto más lo estudiaba, más sentía que el Islam era mi verdad”, asegura esta mujer que no se despoja de su hijab en el suburbio de Virginia donde viven.

“Hasta donde yo sé, soy la única mujer musulmana en mi área inmediata -dice-. Cuando la gente me ve, piensa que soy iraní, sirio o paquistaní por mi pañuelo. Soy musulmana estadounidense y estoy orgullosa de ello”.